Debo decir a mi favor, sin embargo, que tampoco estaba entre mis planes quedarme haciendo solo las cosas que me ponen el pan en la boca. Si bien he sido afortunado -he trabajado bastante y conocido gente maravillosa a raíz de esas actividades- en algún momento es menester darle vía a las pasiones, lanzarse a los leones del coliseo, untarse pinturas en la cara cual Masai y salir a bailar para que llueva. Es eso o eternamente quedarse como la novia que no halló quien la invitara a caminar hacia el altar; la que no logró estrenarse el vestido con el velo y la larga cola. De cierto modo ese vestido está en todos, y aquí voy, aunque la tela se desgarre, aunque la iglesia sea estrecha y el cristo me mire de frente.
Por otro lado, apenas instalarme aquí y ya surge una pregunta. Tal vez el más cruel de los personajes que me habita cuestiona el éxito de lo que aquí empieza. Sigo siendo afortunado: desde la rebeldía más procaz a los pocos segundos otro de esos personajes responde:¿qué importa realmente quien leerá esta cosa?. Tal vez algunos amigos queriendo ver cierto talento al que ellos mismos se han encargado de dar fama; de repente mi madre que cree en este escritor más que él mismo; de golpe nadie. El asunto es que este blog se convierta en la expresión del otro que escribe, ese a quien no le importa nada más que la es-critura (en algún momento le interesó la plastilina) por funcionar-le cual catarsis cuando el mundo le eclipsaba; que se convierta en la expresión heredada del imprudente oral que ahora se le ha dado por escribir. Tan distinto de ese otro que tiene un trabajo liberal, y que debe, por encajar, mantenerse en la normalidad, agazapado en las costumbres y las gentes. Espero sirva de algo, y si no, pues ¡whatever!
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